domingo, 24 de diciembre de 2006

Nochebuena

En mi calle vive un hombre que una vez, hace tiempo, tuvo otra vida.

Y no es que él me lo haya confesado nunca, porque en realidad apenas hablamos. En realidad no hemos hablado nunca, y por tanto nunca ha podido contarme que una vez, hace años, él era otro hombre. Pero yo lo sé. Yo sé sin saberlo que el hombre de edad indefinible y mirada azul que vive en la escalera del supermercado de mi calle, entre cajas de cartón y pasos urgentes, tuvo una vez una casa, un trabajo, una familia; también un nombre con que le llamaban la atención en clase, con que firmaba los recibos de la luz. Que quizás susurraba junto a su oído, en las noches de sudor, una mujer que amaba su mirada abisal y su apostura de sauce triste.

Pero todo esto, ya digo, él no me lo ha contado jamás, si bien es cierto que apenas le da tiempo a decir nada en el escaso instante que nos cruzamos, cuando yo entro o salgo de la tienda. Suele estar sentado en uno de los escalones, bien apartado para no molestar a las señoras que pasan cargadas de bolsas; a veces fuma, a veces no. Lo que nunca cambia es la expresión de su rostro, de absoluta abstracción o de absoluta indiferencia, como uno de esos viejos pescadores que se sientan al atardecer en el espigón del puerto con su caña enhiesta, pero que en el fondo les importa un carajo si cae algo o no: es sólo una excusa para mirar al horizonte, y pensar tranquilamente, o no pensar en nada en absoluto.

Quizás por ello no hay una sola variación en sus facciones cuando algunas veces salgo y, si llevo algo suelto en el bolsillo, lo dejo caer suavemente junto a los cartones que le sirven de colchón. El tipo no sonríe, no se mueve, no cambia de expresión y –me parece- ni siquiera de pensamiento. Tan sólo se me queda mirando, diáfano e impasible como un espejo. Y yo me pregunto mientras sigo camino de dónde viene, cómo se llama, en qué diablos piensa o en qué tiempos perdidos de pan o mediodía se refugia con la mirada clavada en el asfalto de García de Paredes. Luego subo hasta mi casa con la compra y me olvido de él, hasta la próxima vez.

A veces, cuando voy al trabajo con los cascos puestos y el mp3 a toda leche, aún caigo en la cuenta, y me giro a la altura del supermercado, a ver si está. Otras, incluso, me lo cruzo cuando vuelve a su guarida con un tupper-ware del autoservicio que hay junto a mi casa, y si me reconoce se me queda mirando con sus ojos pétreos, azulísimos, de estatua cansada, y yo también le miro y le digo sin que me oiga buen provecho, jefe, le siente a usté bien.

El otro día, sin embargo, sucedió algo fuera de lo común. Yo bajaba la calle, con maleta a cuestas y también a toda leche, pero esta vez porque se me escapaba el tren de regreso a mi pueblo. Y al pasar junto al supermercado ahí estaba él, con su pinta de pescador milenario. Pero esta vez su expresión era distinta. Se quedó mirando mi maleta, mi cara de fugitivo, mis prisas. Y juraría que en los pocos segundos que llegué a mirarle, compuso un gesto extraño: una media sonrisa amarga junto a una mirada nueva, con algún destello de ironía pero sin dejar de ser triste: como mirándome desde mucho tiempo atrás.

De nuevo, a los pocos segundos, le olvidé. Finalmente conseguí coger el tren, llegar a mi pueblo, dormir en mi casa. Y esta tarde, no sé por qué, antes de la cena y de salir esta noche, me he acordado de él, mi desconocido íntimo, inquilino del portal del supermercado de mi calle de Madrid. Y me he puesto a escribir esto.

No dejo de preguntarme qué hará él, mi viejo amigo, en una noche como ésta.


Feliz Navidad a todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

1. Si llegas a escribir al final que el hombre de mirada azul se parece a ti, llao a Cercas para que te demande por plagio.

2. ¿Lo del pesacador con la caña enhiesta va con segundas? ¿Qué estás sugieriendo?

3.Eyyy que me ha gustado, es sólo que me gusta putearte ligeramente.

4. A ver, si avisas de cuando renuevas

Miguel A. Ortega Lucas dijo...

:D La realidá imita a la ficción, hijo, y viceversa (en el caso de Cercas y muá, ah, ah, mucho más) / Estás definitivamente enfermo / Actualizo cada semana, pero estoy empezando a planteármelo