martes, 21 de septiembre de 2010

Pero Qué

Pero qué se hace ahora, en lo último, con las cosas que siguieron purgando en el cajón, que se extraviaron u olvidaron, que escondimos o enterramos bajo cien jerseys y siete estaciones de olvido, y que ahora vuelven, reaparecen, implacables, para cobrarse su deuda antigua, su cuota puntual de remordimiento

Qué se hace con estos restos, esta ofrenda. Qué se hace con la ceniza

Son las postales del extranjero que nunca respondí; son cartas en blanco desde otro tiempo que velan en silencio, murmurando. Allá al fondo del cajón. Pero qué hacer, qué hacer con ellas. Debiste despedirlas en la hoguera en su momento, pero no pudiste. Debiste tirarlas por la borda del balcón; pero cómo: en qué misa negra, en qué herejía. Quemaban en las manos; queman. Hubiera ardido la basura, el balcón, la calle entera. Mejor allá al fondo, donde no temblasen para nadie. Pero ahora vuelven, regresan de muy lejos, acuchillan por la espalda mirándote despacio: quieren rezar contigo

Qué hacer con ellas, si es sagrado. No pueden quedarse aquí; no pueden ir contigo. Telas sagradas, trapos sagrados; y dos niños jugando para nunca en el envés de una plegaria que dejaste de atender, criminal

(“Arrodíllate de nuevo, mendigo: Humíllate”)

Y te quedas ahí, de bruces, en el frío humeante de la casa vacía, antes de cerrar la maleta y huir, y seguir preguntándote qué hacer con estas cosas, con esos días y esas cenizas; con la vida que seguirá viviendo, no sé dónde, en otra parte; los calcetines del frío, la foto asesina, las bragas que olvidaste en el armario.
 

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