domingo, 2 de noviembre de 2014

Pintada, no vacía



Pintada, no vacía:
pintada está mi casa.

Del color de las grandes pasiones y desgracias. Del negro suntuoso de los cuervos. Del camino blanco y curvo de mi corazón a pie. Del blanco y negro de alguna fotografía del corazón en que reza un hombre, a lo lejos en el norte, ante una legión de tumbas vacías.

Dejadme la esperanza

Hay un pueblo silencioso y blanco y quieto en el corazón, con jardín derruido pero de pie, con sol y pájaros de mediodía en el acorde unánime de noviembre y el silencio. Es el eco nupcial de lo extinguido. Es el luto de vencejos en la piedra.
Es la piedra fresca y limpia
donde meditan los muertos su silencio

Pero habla. Es una reunión soleada que no dejará de hablarse nunca. Susurran los ancianos en su parla y parla y en cada recodo del inmenso panteón del aire azul, como en un patio. Hablan, de puerta a puerta, en el pueblo blanco y mudo del corazón, como el rumor indescifrable de los pájaros

(Por alguna calle pasa un niño; ríe y corre, corre y ríe; ya no pasa más)

Allí al sol; y en el umbral de alguna conversación adolescente que se olvidó como se olvidaron todas. Absortos, todos, en su atareada costumbre de morir. En cualquier recodo del corazón los encuentro esta noche, esta mañana, esta mañana que es ahora, y ya no sé cuántos me están hablando –ni lo que me están diciendo ahora

Hay un ejército velando cada día una mañana de sol desvaneciéndose
(Venga, Miguelillo, que hace sol)
Pero quién me despierta, cuándo; quién vuelve ahora de la calle en el crujir de la cerradura, la tos en el bastón, y la sorpresa de cuento

Para que esté llena de flores, yo la recuerdo también; las recuerdo a ellas también en el jardín, arrodillándome

Hay un pueblo clamoroso y mudo, de amistad y llanto, en el pueblo del corazón que nunca acaba. Es una amistad dentro de mí mismo. Un animal que duerme aquí. El soldado más noble de su estirpe en su cosecha de canas y su espada; el hermano pequeño y doble con su espada de madera, de su mano

(No saben que ya no existen y qué importa:
juntos vamos, los dos; los dos solicos)

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa


De los difuntos que hay en el corazón,
Capitán


1 comentario:

MensajesEnUnaBotellaBlog dijo...

Precioso poema de Miguel Hernández...