miércoles, 2 de septiembre de 2015

"Crecer / es destrozar"




Porque sé que lo escrito es profecía, voy a escribir que el templo de esta casa seguirá diciendo su oración mucho después de todos los septiembres del mundo, de todos los principios del mundo, de todos los finales. Porque sé que todo lo escrito es una larga carta de encargo al porvenir, a sus senderos que se bifurcan, voy a escribir que lo vivido en el amor y en el dolor es la alcancía inagotable que enriquece a los mendigos del Tiempo, a los nómadas del corazón que viven caminando y saben que la vida sólo responde si se le deja hablar, sólo se abre paso si se rinde uno, humildemente, a otro vacío. Porque sé que nada permanece y todo queda, todo sirve para siempre antes de morir, voy a limpiar los cristales de esta casa abierta de nuevo, para que entre de nuevo la luz hasta su trono, parpadeando el santo y seña del vigía tras las ramas que se mueven del ciprés anciano de estos años.

Porque sé que alguien escucha siempre en alguna parte a los niños del exilio, los que reímos y cantamos y tenemos miedo (porque tenemos miedo), voy a escribir a quien sabe para que pueda ayudarme yo a darme de comer, a ser fuerte con mi llanto, a ser justo con mis juguetes más heridos. Porque sé que me escuchan, voy a pedir que la luna sea siempre el farol que lleve hasta la casa, el sol la bandera que regrese siempre hasta la mía, donde me quieran. Porque sé que todo lo escrito es profecía, voy a escribir que todo lo vivido aquí es sagrado como la misma tarde que se pierde, como la noche que se cierne en cueros llamándome otra vez, al otro lado, con los demonios sagrados de la vela. Y porque sé que vive aún ese animal que perdí, rondando a mi costado mellizo, voy a escribir que toda la luz de los veranos aquí fueron verdad y fueron certeza, más allá de la ceniza, por encima del llanto, a mil besos de profundidad de los errores, de mi error, de sus cuchillos.

Porque sé que todo lo escrito es la carta alucinada al otro lado que quizás lean los muertos para que no les falte de nada, para que podamos seguir necesitándoles, voy a escribir otra vez –como tú me dijiste entonces– que el miedo es sólo una máscara de arlequín haciendo muecas de niebla en la puerta de Todos los Caminos. Que todo lo vivido sucedió desde siempre y para siempre, dando en el mismo acorde la infinita oportunidad repetida a las estirpes condenadas a la soledad de los dormidos. Que los inviernos fueron buenos, que los errores benditos fueron para saber en qué lugar del camino nos atrapaba la nieve. Que si no es a la intemperie, arrojados ya del jardín, no encontraríamos jamás la senda ni el camino.

Porque sé que todo lo escrito es oración si se hace con un ojo en esas luces y el otro en el Otro Lado, voy a repetir que todo será siempre una secreta, jubilosa, infinita y leal correspondencia. Voy a decir que todo será cumplido como la misma profecía de aquel poema de aquel invierno en que te oí. Voy a mecerme y a susurrarme ante el balcón abierto de la época que se derrumba que vivir es el beso que nos da el Tiempo en su latir, creciendo y devorándose a sí mismo de amor y terror. Voy a recordarme que hay algo siempre, respirando a nuestro lado, que nos cuida del terror en la placenta que no se rompe nunca. Voy a escribirme otra vez, pues es rezar arrodillado, sin que nadie me oiga, corazón, que cumpliré conmigo lo acordado, que seré fiel conmigo a lo pendiente, que intentaré ser bueno conmigo en todo

que voy a ser bueno
conmigo

en todo. 


1 comentario:

Cristina dijo...

Es ése, cómo no, el mejor acuerdo al que podemos llegar con nosotros, con Dios, con el mundo o con lo que quiera que andemos tan peleados. La vida cuida cuando nos cuidamos. Y, como siempre, sigue fluyendo a través de tus palabras, y eso ya es un gran regalo.